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Una noche de tormenta


[1] Fue en un tarde de tormenta, estaba sola en casa porque mis padres habían salido a comprar y yo había decidido quedarme  en casa viendo la televisión. No sé por qué pero siempre que hay tormenta tienen la costumbre de poner películas de miedo, y por más que pasaba un canal tras otro sólo salían vampiros, monstruos y demás. Así que dejé un canal cualquiera de ruido de fondo mientras cogía un libro y me ponía a leer.

[2] De repente, un grito me hizo desviar la mirada del libro hacia el televisor. Una joven rubia corría delante del Conde Drácula sin éxito alguno.
                                        
[3] “Din-don, din-don, din-don” sonó el reloj. Eran las 7 de la tarde. En mi pueblo significa que ya era de noche y mis padres seguían sin llegar.

[4] La película, aunque no me daba miedo porque sabía que los vampiros no existen, me dejó con un poco de mal cuerpo así que fui a mi habitación a coger el móvil para llamar a mi madre. “Rin, rin” después de esperar otros ocho tonos más colgué, un poco más preocupada de lo normal y llamé a mi padre; sucedió lo mismo.  Volví a mirar el reloj que ya marcaba las 7:30 pm.

[5] Comenzaba ya a impacientarme cuando de repente, “toc, toc, toc” empezó a sonar un ruido en la cocina. Indecisa por ir o no a ver que sucedía me llené de valor, y después de encender todas las luces de la casa me acerqué a la puerta del salón, que daba a la cocina. Después de mirar varias veces en todas las direcciones y comprobar que no había nadie, entré y comencé a revisar las ventanas.

[6] ¡Qué tonta había sido! Me había dejado llevar por los nervios y lo único que hacía ruido era una ventana mal cerrada movida por el fuerte viento que provocaba la tormenta. Cerré la ventana y volví al sofá.

[7] Antes de coger el libro que estaba leyendo miré el reloj que ya marcaba las 8:00. Pensé en esperar unos minutos más y si no intentaría volver a llamar a mis padres.  Afuera, la tormenta se había vuelto más fuerte y en la televisión habían cambiado la película. Ahora, una chica pelirroja corría delante de un grupo de zombies.

[8] De repente, cayó un rayo y se fue la luz. Sonó un fuerte trueno, tenía la tormenta encima. Corría a buscar una linterna, cuando un relámpago iluminó toda la casa y dejó ver al fondo dos siluetas. No podía distinguir muy bien lo que eran, tan sólo que estaban encorvadas y que llevaban algo en sus manos. Lancé un grito de terror y subí corriendo las  escaleras hacia mi habitación, una vez allí empecé a mirar donde esconderme: en el armario no, en todas las películas de terror se escondían ahí; debajo de la cama tampoco ya que sería el primer sitio donde iban a buscar... Los segundos pasaban y seguía sin encontrar un buen escondite. Decidí ponerme detrás de la puerta con un jarrón en la mano, no iba a hacer mucho con él pero si le daba bien, tendría unos segundos para intentar salir corriendo de la casa.

[9] “Clap, clap, clap” las húmedas pisadas empezaron a sonar detrás de la puerta y alguien o algo empezó a manipular la manilla de la misma. Yo temblaba e intentaba aguantar la respiración.

[10] De repente la puerta se abrió, la luz volvió y detrás de la puerta apareció mi madre, que todavía no había descargado las bolsas de la compra, con los pelos descolocados por la tormenta y la lluvia. Me miró y, tras ver mi cara de terror y quitarme el jarrón de las manos, comenzó a reírse:
- Por favor María no me digas que todavía crees en fantasmas!

Leticia Calvo Pardilla



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